Formación en Omega-3

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Importancia del Omega-3 para el Desarrollo Cerebral y Visual

DHA y EPA Durante el Embarazo, Lactancia e Infancia

El desarrollo fisiológico del feto depende de forma decisiva de la nutrición materna, hecho que asegura el correcto aporte de nutrientes. Los ácidos grasos Omega-3 de cadena larga, y especialmente el DHA, son vitales durante el embarazo, sobre todo durante el tercer trimestre. Durante este periodo tiene lugar un intenso y rápido desarrollo cerebral que conlleva una elevada demanda de DHA. Del mismo modo, durante este periodo, el desarrollo de la retina y sistema visual también hacen necesario un aporte suficiente de DHA para la formación de estas estructuras. Pero además del DHA, el aporte de EPA también es necesario para aumentar la neurotransmisión por Dopamina, Serotonina y Melatonina, y para el fortalecimiento del sistema inmunitario, previniendo alteraciones posteriores en la infancia como alergias, asma o eczema.

En este sentido, se llevó a cabo un ensayo clínico aleatorizado con placebo con 736 mujeres embarazadas a las que se les administró durante el tercer trimestre del embarazo 2,4 g de Omega-3 (55% EPA y 37%DHA) para analizar la incidencia de asma sibilancias en los niños. Se concluye que, a los 3 años de vida de los niños, la suplementación de las madres con Omega-3 reduce un 30% el riesgo de que los niños padezcan asma y/o sibilancias frente al grupo de madres embarazadas a las que les fue administrado placebo [1]. En la misma línea, se realizó otro estudio con 706 niños cuyas madres están en riesgo de concebir hijos con alergias alimentarias o eczema durante el primer año de vida. Para ello se llevó a cabo una suplementación diaria con 800 mg de DHA y 100 mg de EPA desde la semana 21 del embarazo o placebo. Los resultados de este estudio concluyen que la suplementación con Omega-3 durante el embrazo disminuye el riesgo de que los niños desarrollen alergia al huevo en un 31% y eczema [2].

Pero, además, la suplementación con DHA durante el embarazo reduce el riesgo de preeclampsia y parto prematuro. Un metaanálisis de 70 estudios clínicos con 19.927 mujeres embarazadas a las que se les administró Omega-3 enriquecido en DHA concluyó no solo su eficacia para prevenir el parto prematuro, sino que además previene el nacimiento de bebes con bajo peso y el riesgo de muerte perinatal [3].

Sin embargo, la alta demanda de DHA y EPA continúa durante la lactancia y posteriormente en la Infancia, debido a que continúa el desarrollo y maduración de estructuras cerebrales necesarias para el aprendizaje, consolidación de la memoria, gestión de las emociones y memoria emocional, aprendizaje y coordinación motora. Así mismo, la ingesta de DHA para el correcto desarrollo y maduración del sistema visual continúa siendo necesario durante la infancia en cantidades superiores a los 250 mg/día, ya que la retina no competa su desarrollo hasta los doce años.

Los resultados de un ensayo clínico aleatorizado con placebo ponen de manifiesto que la suplementación con DHA durante la lactancia es eficaz para aumentar la cantidad del DHA en la leche materna, y por tanto en el feto, además de disminuir el cociente omega-6/omega-3 en el plasma del neonato, un factor de riesgo para el desarrollo de alergias y trastornos psiquiátricos. El estudio se llevó a cabo con 89 mujeres lactantes de 4 a 6 semanas post-parto a las que se les administró 200 mg de DHA, 400 mg o placebo [4].

Una revisión sistemática de 7 ensayos clínicos aleatorizados con 534 niños y adolescentes afectados de TDAH (trastorno de atención e hiperactividad) concluye que la suplementación con ácidos grasos Omega-3 DHA y EPA mejora los síntomas clínicos y cognitivos de estos pacientes con bajos niveles de Omega-3 en plasma [5]. En la misma línea, otro ensayo clínico llevado a cabo con 92 niños y adolescentes de entre 6 y 18 años afectados de TDAH y con bajos niveles de EPA en plasma, demostró que la suplementación con 1,2 g de EPA al día produce una mejoría en los síntomas cognitivos, además de corregir los niveles de hiperactividad e impulsividad [6].

Por su parte, otro estudio clínico llevado a cabo con 565 niños de entre 3 y 17 años puso de manifiesto que los bajos niveles de EPA y DHA, así como elevados niveles de Ácido Araquidónico (AA) en membrana de eritrocitos se correlaciona con el riesgo de que los niños padezcan TDAH, o incluso trastornos autistas [7].

 

En relación con el autismo infantil, varios ensayos clínicos han descrito efectos terapéuticos de la suplementación con DHA y EPA en niños con trastornos de autismo, donde se ha observado que la restitución del equilibrio Omega-6/Omega-3 disminuye las síntomas cognitivos, emocionales y sociales [8,9]

 

También se ha documentado que la suplementación con Omega-3 en niños con comportamientos agresivos y antisociales mejora de forma notable estas conductas. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio clínico aleatorizado con placebo llevado cabo con 324 niños y niñas agresivos y antisociales que fueron suplementados con 840 mg de Omega-3 (300 mg DHA, 300 mg EPA, 180 mg ALA y 60 mg de DPA (ácido docosapentaenoico)) durante 6 meses. Los resultados mostraron que la suplementación con Omega-3 es eficaz en la reversión del comportamiento agresivo y antisocial en niñas, así como en niños y niñas con un perfil psicopático [10].

 

Las pruebas actuales indican que el consumo de omega-3, particularmente DHA, puede mejorar el rendimiento cognitivo en relación con el aprendizaje, el desarrollo cognitivo, la memoria y la velocidad de realización de tareas cognitivas, viéndose especialmente beneficiadas las personas que consumen habitualmente dietas bajas en DHA, como niños con baja capacidad de aprendizaje y desnutridos, o adultos mayores con deterioro cognitivo asociado a la edad.

Lo anterior ha de sumarse a la limitada capacidad para sintetizar DHA de novo, es decir, nuestro organismo es poco eficaz para obtener EPA y DHA a partir de fuentes de omega-3 terrestres como semillas y nueces ricas ALA. Seleccionaron 176 adultos sanos de entre 18 y 45 años, no fumadores y con una ingesta baja de DHA. Fueron sometidos de forma aleatoria a un régimen de suplementación con cápsulas de 1160 mg de DHA y 170 mg EPA/día, o cápsulas placebo de aceite de girasol de alto contenido en ácido oleico. La dosis de DHA se eligió para que fuera fisiológicamente relevante y alcanzable a través de la dieta (equivalente a 2-3 porciones de pescado azul/semana). La duración de 6 meses se eligió para garantizar la saturación de los tejidos con DHA. Los niveles de DHA en los eritrocitos, que se correlacionan con los niveles en el tejido cerebral, alcanzan una meseta (valor constante) a los 6 meses. [11]

Este estudio demostró que la suplementación con DHA mejoraba la memoria y los tiempos de respuesta en adultos sanos cuya dieta habitual era baja en DHA. El consumo de DHA en el estudio actual produjo un aumento del 2,6% de los ácidos grasos totales en los niveles de DHA eritrocitarios y también disminuyó las proporciones AA:DHA y AA:EPA, lo que puede haber contribuido a las mejoras cognitivas mostradas en el estudio al alterar la fluidez de la membrana y disminuir la producción de eicosanoides proinflamatorios.

 

Siguen acumulándose pruebas de que la nutrición pueden influir en el riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer (EA). En concreto, el DHA es un ácido graso omega-3 selectivamente enriquecido en los fosfolípidos de membrana del sistema nervioso central. Estudios experimentales han demostrado que el DHA mejora varias características asociadas a la EA, como la agregación del péptido beta-amiloide en oligómeros y fibrillas, el hipometabolismo cerebral de la glucosa y la neuroinflamación. Estas observaciones respaldan la idea de que una mayor ingesta de DHA podría reducir el riesgo de desarrollar EA, especialmente en poblaciones de riesgo como los portadores del alelo Apolipoproteína E (APOE)-ε4. Dada la vida útil de los glóbulos rojos (alrededor de 120 días), el DHA en los glóbulos rojos refleja la ingesta de DHA a largo plazo de mejor forma que otros grupos de lípidos sanguíneos, como el suero/plasma total o los fosfolípidos séricos/plasmáticos. Con ello, han estudiado la relación entre los niveles de DHA y el riesgo de Alzheimer. [12]

En este estudio prospectivo observaron que una mayor ingesta de DHA puede ser una estrategia segura y rentable para prevenir la enfermedad de Alzheimer (EA) en poblaciones específicas.

El estudio se desarrolló con adultos mayores de 65 años que fueron seguidos durante una media de 7,2 años por demencia incidente. Se eligieron 1490 participantes. El resto fueron excluidos al no haberse reportado mediciones de ácidos grasos en eritrocito o información sobre el genotipo APOE. [13]

Se cuantificaron 27 ácidos grasos y el DHA se expresó como porcentaje del total de ácidos grasos de la membrana de eritrocito (% DHA). En conclusión, los participantes con un nivel de DHA superior al 6,1% tenían un 50% menos de probabilidad de desarrollar EA (y demencia por todas las causas), en comparación con aquellos con un DHA inferior al 3,8%. Además, observaron una tendencia a una asociación más fuerte entre el DHA y el riesgo de demencia en los portadores ε4, un hallazgo que requiere más investigación.

 

Referencias Bibliográficas:

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https://doi.org/10.3945/ajcn.112.05337

 

Papel del Omega-3 en la Salud Ocular

DHA Esencial en el Desarrollo y Mantenimiento de la Retina

Las células de la retina responsables de la visión, conos y bastones, necesitan de un alto contenido de DHA en sus membranas para la transmisión del estímulo visual. El DHA posibilita que la captación de los estímulos luminosos por la rodopsina (el fotorreceptor de la retina), sea codificado en forma de estímulo eléctrico permitiendo así la visión, y además permite la rápida inserción de nuevas moléculas de rodopsina en los segmentos externos de la membrana de conos y bastones. Una ingesta diaria mínima de DHA de 250 mg garantiza el correcto mantenimiento de la función visual. Esto se debe a que el DHA oxidado puede ser eficazmente reemplazado por DHA nuevo, contribuyendo al mantenimiento de la estructura de los discos externos de conos y bastones, y preservando así la calidad visual.

 

EPA y DHA Previenen y Tratan las Principales Causas de Enfermedades de Degeneración Visual

Al margen del funcionamiento del epitelio retinal, determinadas patologías frecuentes como DMAE (Degeneración Macular Asociada a la Edad) o el Síndrome del Ojo seco, son algunas de las principales causas de deterioro de la calidad visual en adultos de mediana edad. La DMAE es la principal causa de degeneración visual en adultos mayores de 50 años, motivada por un crecimiento excesivo de los vasos sanguíneos en la mácula ocular, que debido su fragilidad se rompen dañando esta estructura. Los Omega-3 EPA y DHA presentan un efecto anti-angiogénico capaz de inhibir el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos, contribuyendo de este modo a prevenir la DMAE. [Un estudio clínico aleatorizado con placebo llevado a cabo con 263 pacientes con DMAE mayores de 55 años fueron suplementados con 840 mg de DHA y 270 mg de EPA o placebo durante 3 años. Los análisis del perfil de ácidos grasos en eritrocitos mostraron que la incidencia de la neovascularización coroidal se redujo significativamente en los pacientes suplementados con DHA que mostraban un índice de EPA + DHA constante durante los 3 años [1].

Por su parte, el síndrome del ojo seco es otra afección cada vez más común en la población que compromete la visión nítida al producirse una inflamación en las glándulas de Meibomio de los párpados. Esto conlleva una hiposecreción de la película lipídica lacrimal que lubrifica los párpados, causando daños en la superficie ocular y provocando pérdidas de visión. Estudios clínicos aleatorizados han demostrado que la ingesta diaria regular de entre 1 y 3 g de EPA y DHA en proporciones 3:2 o 2:1 para EPA y DHA respectivamente, revierte de forma eficaz los síntomas del ojo seco gracias a sus efectos antiinflamatorios, aumentando la producción de lágrima y disminuyendo su evaporación [2,3].

El glaucoma es una enfermedad neurodegenerativa crónica, que provoca el aumento de la presión intraocular (PIO), causando una disminución progresiva de la visión, que si no se diagnostica y se trata de forma oportuna puede conducir a la ceguera. Esta patología no suele presentar síntomas, por eso es fundamental acudir al oftalmólogo para un diagnóstico precoz. Cabe destacar que la PIO tiende a aumentar con la edad en las poblaciones occidentales, pero la tendencia opuesta se da en las poblaciones japonesas tradicionales, que tienen una mayor ingesta dietética de grasas poliinsaturadas. Sin embargo, en la actualidad, el principal factor de riesgo modificable del glaucoma es la PIO. La reducción de la PIO es el pilar del tratamiento del glaucoma y normalmente se consigue mediante tratamiento médico con agentes tópicos reductores.En un artículo de revisión analizaron los resultados sobre la PIO obtenidos en dos ensayos clínicos aleatorizados que investigaron la eficacia de la suplementación con omega-3 para tratar la inflamación de la superficie ocular, con un periodo de seguimiento de 3 meses.

Los participantes fueron asignados aleatoriamente a recibir un suplemento oral de omega-3 de: aceite de krill (945 mg EPA + 510 mg DHA/día), aceite de pescado (1000 mg EPA + 500 mg DHA/día o 900 mg EPA + 600 mg DHA/día) o aceite de pescado más linaza (900 mg EPA + 600 mg DHA + 900 mg ALA/día). El control fue asignado a un suplemento oral de placebo (1500 mg/día de aceite de oliva) durante 3 meses. Para que los resultados fueran debidos a la suplementación, los participantes mantuvieron sus hábitos alimentarios durante todo el estudio.

 

Este estudio demuestra que la suplementación con omega-3 durante 3 meses reduce significativamente la PIO en adultos que consumen una dieta occidental típica. Estos resultados concuerdan con investigaciones experimentales previas, en modelos animales, que mostraban que el aumento de la ingesta dietética de ácidos grasos omega-3 puede reducir la PIO. Un beneficio adicional es la neuroprotección. Aumentar la ingesta de ácidos grasos omega-3 (especialmente DHA) es beneficioso para la función retiniana, en particular para las células ganglionares, que son selectivamente vulnerables en el glaucoma. [4]

Referencias Bibliográficas:

  1. Souied, EH. et al. (2013): Ophthalmology, 120 (8), 1619-1631

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  1. Bhargava, R. et al. (2016): Current Eye Research, 41:10, 1274-1280

https://europepmc.org/article/med/27050028

4. Downie, L. E., & Vingrys, A. J. (2018). Translational vision science & technology7(3), 1.

https://doi.org/10.1167/tvst.7.3.1 

DHA y EPA, Nutrientes Esenciales para el Correcto Funcionamiento Cerebral

Procesos Cognitivos y Memoria

El cerebro humano tiene un alto requerimiento de DHA para la constitución de la membrana de las neuronas. De hecho, se estima que el DHA representa casi el 50% de los ácidos grasos que constituyen la membrana de las neuronas. Este ácido graso juega un papel estructural determinante para garantizar el desempeño óptimo de los procesos cognitivos y la consolidación de la memoria. Sin embargo, y debido a que el DHA existente en el cerebro es sensible a la oxidación, es necesario ingerir al menos 250 mg de DHA para reponer el DHA oxidado y el correcto mantenimiento de las funciones cerebrales.

 

Salud Mental

A su vez, el EPA junto con el DHA son dos nutrientes de vital importancia en la salud mental. Numerosos estudios científicos concluyen que los bajos niveles de EPA (y en menor medida también DHA) subyace a diferentes trastornos psiquiátricos tales como la depresión, esquizofrenia, TDAH (trastorno de atención e hiperactividad), autismo o trastorno bipolar.

La inflamación es un mecanismo clave en la fisiopatología de los trastornos del estado de ánimo, como la depresión. El estrés y la ansiedad son un importante factor de riesgo para las enfermedades neuropsiquiátricas. Los omega-3 y sus derivados desempeñan un papel importante como moléculas de señalización que regulan la inflamación. También contribuyen a la transducción de señales entre neuronas o neuronas y células gliales.

Esta revisión aborda una cuestión importante en el área de la neurociencia nutricional en relación con la importancia de los omega-3 en la prevención y/o tratamiento de enfermedades neuropsiquiátricas, principalmente la depresión y la ansiedad. In vitro, se ha observado que DHA y EPA actúan directamente sobre la microglía (célula inmunitaria innata del cerebro). En un trabajo reciente, observaron la primera evidencia sináptica y molecular de que la malnutrición relacionada con la relación omega-6/omega-3 puede tener un efecto perjudicial sobre el sistema endocannabinoide, lo que posteriormente conduce a un comportamiento deteriorado. Basándose en un metaanálisis, se ha sugerido que el EPA es un factor predictivo de la eficacia del tratamiento de los trastornos del estado de ánimo. En pacientes deprimidos, la suplementación con EPA es más eficaz en aquellos con inflamación. [1]

Los pacientes con niveles sanguíneos elevados del antagonista del receptor de IL-1 y proteína-C reactiva presentan una mejora del estado de ánimo en respuesta a la suplementación con EPA (1 g), pero no con DHA (0,9 g). Una dieta nutricional deficiente en omega-3 afecta a la función del eje Hipotalámico-Pituitario-Adrenal dependiente del receptor de neurocorticoides, y a la plasticidad de la morfología neuronal en áreas cerebrales asociadas al comportamiento emocional.

 

Los ensayos clínicos llevados a cabo concluyen que la suplementación con EPA y DHA son eficaces en la reversión de los síntomas de la depresión, mostrando a su vez un efecto preventivo. Una revisión sistemática de 11 ensayos clínicos llevados a cabo con pacientes con trastorno depresivo mayor y 8 ensayos clínicos en pacientes con síntomas depresivos concluye que la suplementación dietética con fórmulas de Omega-3 ricas en EPA son eficaces en el tratamiento sintomático de la depresión [2]. Estos resultados también se han observado en niños, donde un reciente estudio además ha establecido que la severidad del cuadro clínico guarda relación directa con el cociente Omega-6/Omega-3 [3].

 

Otro aspecto importante para considerar es la importancia del mantenimiento de los niveles de DHA cerebrales en el estado adulto, y especialmente en personas de edad avanzada, donde el estrés oxidativo y la neurodegeneración son responsables de la aparición de diversas enfermedades neurodegenerativas.

En la actualidad, se conoce que los bajos niveles de DHA subyace a una mayor propensión de padecer enfermedad de Alzheimer, sin embargo, los estudios clínicos llevados a cabo con pacientes de Alzheimer todavía no han recabado suficiente información acerca de una posible suplementación con DHA como estrategia terapéutica combinada con otras.

Pese a ello, existen ciertas evidencias a favor de los beneficios de la suplementación con DHA en el tratamiento y prevención de la pérdida de memoria y deterioro cognitivo. Una revisión sistemática de 7 ensayos clínicos aleatorizados con placebo concluye que la suplementación con dosis altas de DHA y EPA previene la aparición de demencia asociada a la edad y Alzheimer precoz, especialmente en los primeros estadios de la enfermedad [4].

En 2010 se realizó un estudio clínico aleatorizado con placebo llevado a cabo en EE.UU con 485 pacientes sanos mayores de 55, a los que se les asignó una suplementación con 900 mg diarios de DHA o placebo de forma aleatoria. Los resultados mostraron que, transcurridas las 24 semanas, los individuos que habían sido suplementados con DHA mejoraban su puntuación en test de aprendizaje y memoria con relación al grupo que había recibido placebo [5].

En la misma línea, otro ensayo clínico aleatorizado con placebo realizado posteriormente en 2012 con 50 personas mayores de 65 años afectados de deterioro cognitivo previo reveló que la suplementación con diaria con Omega-3 mejoraba las habilidades cognitivas, el riesgo de padecer demencia y los síntomas depresivos asociados a la demencia. Para ello, estos pacientes fueron asignados a un régimen de suplementación con 1,55 g de DHA y 0,4 g de EPA (grupo omega-3) frente al grupo que recibió omega-6 (2,2 g de LA) durante 6 meses. Los resultados mostraron que la suplementación con DHA y EPA, y la reducción del consumo de omega-6 es protector frente al deterioro cognitivo, y además previene la depresión asociada a la demencia [6].

En el ser humano, la conversión de ALA en EPA es baja, y todavía más en DHA. Además, se ha detectado una reducción de la cantidad cerebral de DHA en pacientes que padecen enfermedades neurodegenerativas y neuropsiquiátricas. En este caso, la suplementación con omega-3 DHA aumentaría el flujo de este ácido graso neuroprotector al cerebro. Así, las fuentes exógenas de omega-3 marino rico en DHA podrían contrarrestar la escasa síntesis endógena a partir de ALA. Además del papel estructural y funcional del DHA sobre la fluidez de la membrana, promueve mecanismos de acción neuroprotectores, relacionados con los factores neurotróficos, el estrés oxidativo, la apoptosis y la inflamación. Con ello, mejoraría las funciones neurológicas y disminuiría el daño en los tejidos. Sin embargo, los efectos terapéuticos de la suplementación con DHA dependen del estadio de progresión de estas enfermedades. Por ejemplo, en Alzheimer se han observado efectos positivos en pacientes con síntomas poco desarrollados. Concretamente, su deterioro cognitivo se ralentiza consumiendo DHA. [7]

 

 

Referencias Bibliográficas:

1. Larrieu, T., & Layé, S. (2018): Frontiers in physiology9, 1047.

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4. Canhada, S. et al (2017): Nutr Neurosci., 21 (8): 529-538

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6. Sinn, N. et al. (2012): British Journal of Nutrition, 107: 1682-1693

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7. Hachem, M., et al. (2020): Biochimie170, 203-211.

https://doi.org/10.1016/j.biochi.2020.01.013 

 

Efectos Antiinflamatorios e Inmunomoduladores de los Omega-3

Efectos Antiinflamatorios e Inmunomoduladores de los Omega-3

Uno de los beneficios mejor descritos de los Omega-3 de cadena larga, EPA y DHA, son sus efectos antiinflamatorios y el restablecimiento de la homeostasis inmunológica a través de diversos mecanismos [1], funciones que son decisivas en la defensa frente la infección por organismos tales como bacterias, hongos o virus. Los mecanismos mediante los que operan los Omega-3 en el sistema inmunitario son complejos y algunos tan solo parcialmente conocidos. Se ha descrito que un equilibrio entre Omega-3 y Omega-6 en las membranas de las células del sistema inmunitario es clave para promover eficientemente la fagocitosis, limitar la expresión de genes pro-inflamatorios y moléculas de adhesión, modular la presentación de antígenos y la migración de neutrófilos, así como para equilibrar la diferenciación de linfocitos T y B hacia las diferentes subpoblaciones celulares manteniendo así una homeostasis de la respuesta inmunológica [2].

Por otra parte, EPA y DHA llevan a cabo sus efectos antiinflamatorios a través la inhibición de la síntesis de eicosanoides proinflamatorios derivados del ácido araquidónico, la inhibición de la expresión de genes pro-inflamatorios y la síntesis de moléculas pro-resolutivas de la inflamación, SPM (por sus siglas en inglés, Specialliced Pro-resolving Molecules) [3]. Las SPM, integradas por maresinas, protectinas y resolvinas, son mediadores de acción local sintetizados a partir del EPA y DHA en los focos de inflamación. Su actuación permite cesar la respuesta inflamatoria, potenciando además el funcionamiento del sistema inmunitario, aumentando la capacidad de fagocitosis de macrófagos y neutrófilos, y restableciendo parte del daño ocasionado por la inflamación al promover la regeneración celular y tisular.

Precisamente, y en relación con su capacidad para cesar la respuesta inflamatoria, se ha descrito que la administración de EPA y DHA constituye una excelente herramienta terapéutica para frenar la tormenta de citoquinas que tiene lugar en los pacientes graves infectados por SARS-CoV2. Esta fuerte respuesta inflamatoria está mediada por macrófagos alveolares, los cuales producen gran cantidad de citoquinas proinflamatorias, principalmente IL-6, IL-1B y TNF-α, que terminan provocando la bronconstricción y graves problemas respiratorios. EPA y DHA son precursores de SPM y eicosanoides antiinflamatorios, por lo que su administración es capaz de frenar la tormenta de citoquinas y mejorar el pronóstico de estos pacientes [4]. En este contexto, actualmente se está llevando a cabo un estudio clínico con pacientes ingresados en UCI por Covid-19 sobre la eficacia de administración aguda de EPA y DHA por vía intravenosa [5] como un posible tratamiento que minimice los riesgos y la mortalidad en pacientes críticos de Covid-19.

Estos efectos se basan en los antecedentes previos que demuestran que la suplementación diaria con EPA y DHA tiene un marcado efecto superior de la inflamación en otras patologías. Recientemente se ha publicado una revisión sistemática de 7 ensayos clínicos aleatorizados con placebo sobre los efectos de la suplementación con Omega-3 en pacientes de Esclerosis Múltiple (EM). Se concluye que la suplementación con 4g al día de DHA y EPA disminuyen los niveles de las principales citoquinas proinflamatorias (IL-6, IL-1B, IFN-γ y TNF-α) atenuando la neuroinflamación, mientras que incrementan los niveles de citoquinas antiinflamatorias (IL-10). Además, la suplementación en pacientes con EM disminuye la tasa de recaída y mejora la calidad de vida de los pacientes [6].

Sin embargo, y dependiendo del tipo de respuesta inflamatoria, los efectos beneficiosos pueden variar su intensidad y eficacia administrando EPA o DHA. En relación con ello, se llevó a cabo un ensayo clínico aleatorizado con placebo con 21 pacientes (9 hombres y 12 mujeres) con inflamación crónica mediada por monocitos, a los que les fueron administrados 3g/día de Omega-3 (DHA o EPA) en dos fases aleatorias de 10 semanas con 10 semanas de pausa. Los resultados mostraron que EPA y DHA tienen distintos efectos atenuantes sobre la inflamación mediada por monocitos, siendo más acusado el efecto antiinflamatorio mediado por DHA [7].

Un estudio clínico con pacientes afectados de Artritis Reumatoide (AR) cuantificó los niveles de NEFA (ácidos grasos no esterificados) en el plasma. Se observó un perfil lipídico característico en los pacientes con AR caracterizado por altos niveles de ácido esteárico y bajos niveles de EPA y DHA que se asocian a una fuerte respuesta inmunitaria de tipo CD4+ (mediada por linfocitos T colaboradores de tipo 1), responsable de la severidad de la enfermedad [8]. Este estudio correlaciona un perfil lipídico característico con la intensidad de AR, lo que sienta las bases para una suplementación con ácidos grasos omega-3 EPA y DHA como estrategia terapeútica. De hecho, en 2018 se realizó un estudio clínico aleatorizado con placebo con 38 pacientes afectados de AR a los que se les administró diariamente de 2,1g de DHA o placebo durante 10 semanas. Los resultados mostraron que la suplementación con DHA equilibra el cociente AA/DHA anormalmente alto que existe en estos pacientes en paralelo a una mejoría sintomática y una disminución en el grado de inflamación de las articulaciones [9].

Recientemente se ha llevado a cabo un estudio piloto con 57 individuos, 30 de ellos afectados de Tiroiditis de Hashimoto (TH), una enfermedad de origen autoinmune que ocasiona hipotiroidismo, y 27 individuos sanos. En este estudio se observó que los niveles de Resolvina E1 (RvE1) en plasma de pacientes TH son significativamente más bajos que en los individuos sanos, señalando el papel del omega-3 EPA como precursor de RvE1 con efectos antiinflamatorios y resolutivos de la inflamación. Además, RvE1 es preventiva frente al desarrollo de anticuerpos anti-tiroglobulina, responsables del marcaje para la destrucción de las células tiroides por el sistema inmunitario. [10]

Como ocurre con muchas enfermedades crónicas multifactoriales, el conocimiento incompleto de los mecanismos biológicos subyacentes de la migraña ha limitado el desarrollo de enfoques eficaces para su prevención y el tratamiento. Se sabe que los derivados del omega-6 provocan ataques similares a la migraña. Sin embargo, varias oxilipinas derivadas de los omega-3 EPA y DHA tienen potentes propiedades antinociceptivas. Para evaluar su efecto, se seleccionaron 182 adultos con migraña crónica y episódica, y fueron asignados aleatoriamente a una dieta con aumento de EPA+DHA (H3), de EPA+DHA y reducción de ácido linoleico (H3-L6). El grupo control fue sometido a la ingesta media estadounidense de ácidos grasos omega-3 y omega-6. La dieta H3-L6 redujo los días de dolor de cabeza al mes más que la dieta H3, lo que sugiere un beneficio adicional de la reducción del ácido linoleico en la dieta. Las dietas H3-L6 y H3 alteraron los ácidos grasos n-3 y n-6 y varios de sus derivados oxilipínicos nociceptivos en plasma, suero, eritrocitos o células inmunitarias, pero no alteraron los mediadores clásicos del dolor de cabeza. [11]

Con ello, se demuestra la existencia de mecanismos que relacionan los ácidos grasos omega-3 y omega-6 con la nocicepción, y abren la puerta a nuevos enfoques para tratar el dolor crónico en humanos, donde el omega-3 juega un importante rol antiinflamatorio, en contraposición al omega-6.

Por su parte, existen otros compuestos bioactivos con propiedades atiinflamatorias e inmunomoduladoras, como la curcumina. Se ha demostrado que tiene diversos efectos farmacológicos, como la regulación de la inmunidad, la antioxidación, la inhibición de la inflamación, la antitumoralidad, la antiangiogénesis, la anticoagulación y la eliminación de radicales libres. Además, se han reportado pocos efectos secundarios, lo que la convierte en una alternativa potencial a los fármacos con efectos secundarios graves. De hecho, la curcumina presenta efectos prometedores en el en el tratamiento de algunas enfermedades autoinmunes. [12] Se realizó un meta-análisis para evaluar la eficacia y seguridad de la curcumina, cuya dosis en el tratamiento de enfermedades autoinmunes se sitúa principalmente entre 80 mg y 6000 mg y se seleccionaron 31 ensayos controlados aleatorizados sobre las siguientes enfermedades autoinmunes: Espondilitis anquiosilante, Enfermedad de Behcet BD, Enfermedad de Crohn, Eritema Multiforme, Liquen plano oral, Psoriasis, Artritis Reumatoide, Lupus Eritematoso Sistémico, Arteritis de Takayasu y Urticaria Crónica.

Los resultados del meta-análisis mostraron que la curcumina tuvo una buena eficacia clínica en el tratamiento de: Psoriasis, Urticaria Crónica y Artritis Reumatoide. Por otra parte, no mostró eficacia en el tratamiento del liquen plano oral. En el resto de las enfermedades, los ensayos clínicos estudiados no aportaron datos clínicos suficientes para el metaanálisis.

 

Se ha investigado sobre las causas y los tratamientos de la infección por el SARS-CoV-2, incluidos los esfuerzos por descubrir los factores que afectan a la susceptibilidad a la enfermedad y a sus secuelas. Además de las características demográficas y fisiológicas (como obesidad, edad o enfermedades subyacentes), el estado nutricional no queda exento de protagonismo. El zinc, vitaminas como la C y D, probióticos y los ácidos grasos omega-3 (EPA y DHA) de fuentes marinas (pescados y algas) han sido propuestos como protectores frente a la COVID-19. El DHA y el EPA son los principales precursores de los mediadores de la inflamación (maresinas, resolvinas y protectinas). Estos mediadores regulan la producción de citoquinas, mejoran la eliminación de restos inflamatorios y patógenos mediada por macrófagos, y promueven la apoptosis de neutrófilos.

 

El objetivo de este estudio era comparar el riesgo de 3 resultados de la COVID-19 (resultado positivo para SARS-CoV-2, hospitalización y muerte) en función de los niveles plasmáticos basales de DHA. Los niveles de DHA (Porcentaje del total de ácidos grasos) se midieron mediante resonancia magnética nuclear. Se estimaron los valores del índice omega-3 (Porcentaje de EPA + DHA en membrana de eritrocito) a través de los quintiles de DHA%. Estos resultados sugieren que las estrategias nutricionales – como aumentar el consumo de pescado azul y de suplementos ricos en EPA y DHA (procedentes de aceite de pescado o algas marinas) – para incrementar los niveles circulantes de ácidos grasos omega-3 pueden reducir el riesgo de resultados adversos COVID-19. [13]

 

Se ha demostrado que el curso clínico del deterioro de la función pulmonar en personas con FQ está relacionado con la nutrición. Desde el siglo XX, se han desarrollado numerosos estudios que destacan mejoras en el estado sintomático mediante intervenciones nutricionales con fibra dietética, proteínas y aminoácidos (taurina, arginina, etc.), grasas (ácidos grasos poliinsaturados omega-3), fitoquímicos (curcumina, betacaroteno, etc.), micronutrientes (vitaminas A, D y K, magnesio o zinc) y antioxidantes. En concreto, la FQ cursa con un desequilibrio en los niveles de ácidos grasos poliinsaturados caracterizado por el aumento de los niveles de ácido araquidónico (AA) y la disminución de los niveles de ácido docosahexaenoico (DHA). Es bien sabido que unas concentraciones adecuadas de ácidos grasos esenciales son fundamentales para la estructura y función normales de las membranas, por lo que es importante tenerlas en cuenta en los procesos patológicos.

 

En un ensayo clínico aleatorizado con placebo se reclutaron 15 pacientes, que fueron aleatorizados para recibir suplementos de omega-3 (n=7) o placebo (n=8). La dosis diaria total fue de 60 mg de omega-3/kg de peso corporal. En función del peso corporal, la dosis diaria osciló entre 3 y 9 cápsulas (300 mg DHA + 450 mg EPA, o 900 mg DHA + 1350 mg EPA, respectivamente). La suplementación se tomó durante las comidas junto con enzimas pancreáticas aumentadas al menos un 10% diario para evitar trastornos gastrointestinales. Este estudio piloto muestra que EPA y DHA se absorben e incorporan a las membranas de eritrocitos tras 3 meses de suplementación, produciendo beneficios significativos en cuanto al número de exacerbaciones y la duración de la terapia antibiótica. Ahora, se requieren estudios adicionales con poblaciones de pacientes más amplias para confirmar estos resultados alentadores. [14]

 

En las últimas décadas, nuestra biosis intestinal se ha ido deteriorando progresivamente por diversas causas relacionadas con nuestro estilo de vida y cambios en nuestros hábitos alimenticios, lo que provocado un verdadero desajuste o “disbiosis intestinal”. En las dietas occidentales, el mayor consumo de ácidos grasos omega-6 y menor de omega-3 ha provocado un sobrecrecimiento de las bacterias firmicutes en paralelo a una reducción drástica de bacterioidetes. La proliferación excesiva de bacterias del género firmicutes, especialmente de fecalobacterias, está asociada a una mayor prevalencia de enfermedades de carácter autoinmune, metabólicas como diabetes, síndrome metabólico, hígado graso no alcohólico, e incluso trastornos neuropsiquiátricos como depresión, estrés o ansiedad. ¿Podrían los omega-3 restaurar el equilibrio intestinal o eubiosis? En nuestro blog tratamos más en detalle el Papel del Omega-3 en el eje Intestino-Cerebro de la mano del Dr. Alberto Ramperez:

 

En esta revisión [15] evaluaron si los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 (EPA y DHA):

  • Influyen en la composición de la microbiota intestinal humana en adultos y lactantes.
  • Contribuyen a la eubiosis (equilibrio) o disbiosis (desequilibrio) de esta microbiota.

Además, incluyeron una conexión entre los microoganismos que la componen, con la inflamación y los trastornos del comportamiento. Las pruebas demuestran que EPA y DHA son capaces de revertir la disbiosis:

  • Restaurando la proporción Firmicutes/Bacteroidetes.
  • Aumentando los taxones Lachnospiraceae, asociados a una mayor producción del ácido graso de cadena corta (SCFAs) butirato, de carácter antiinflamatorio.

 Además, estudios en animales demostraron la capacidad de estos para:

  • Aumentar las Bifidobacerias, bacterias supresoras del lipopolisacárido (LPS).
  • Disminuir las Enterobacterias, bacterias productoras de LPS, anulando el fenómeno de respuesta inflamatoria derivado de la endotoxemia.

Los omega-3 EPA y DHA ejercerían una acción positiva sobre la eubiosis, restaurando la eubiosis mediante el aumento de la producción de sus compuestos antiinflamatorios derivados. Esta acción ayudaría en condiciones patológicas con cuadros inflamatorios asociados al aumento de peso y obesidad, resistencia a la insulina, dieta rica en grasas, permeabilidad intestinal, enfermedad inflamatoria intestinal (EII) y depresión.

 

Las propiedades beneficiosas de los Omega-3 y sus efectos sobre el control de algunos factores de riesgo cardiovascular han sido estudiadas ampliamente y se han establecido sus efectos beneficiosos sobre diversos procesos fisiológicos y patológicos, que van desde el desarrollo cognitivo y cerebral del feto y del recién nacido, pasando por sus efectos antiinflamatorios en variedad de cuadros clínicos, incluyendo la menopausia.

Debido a la disminución del nivel de estrógenos en sangre, la menopausia provoca varios síntomas y complicaciones en las mujeres, entre los que se incluyen el cese de la capacidad reproductiva, con el consiguiente cese completo de la función ovárica, inestabilidad vasomotora, disminución de la función psicológica, falta de memoria e infecciones vaginales y del tracto urinario. En cuanto a las diferencias culturales y étnicas, la gravedad y la frecuencia de estos síntomas varían en los distintos países. Factores como la genética, los hábitos dietéticos, el nivel de actividad y los ejercicios diarios causan diferencias en la edad natural de la menopausia en diversas comunidades. La sintomatología muestra una prevalencia mayor en las mujeres afroamericanas y occidentales que en las asiáticas.

El estudio se trata de un trabajo descriptivo-analítico realizado en 270 mujeres de 45-60 años. [16] Recogieron información demográfica y sobre su ingesta de Omega-3. Realizaron un Cuestionario de Calidad de Vida en la Menopausia para evaluar la calidad de vida en cuatro dimensiones: física, psicosocial, sexual y vasomotora. En general, los resultados del presente trabajo revelaron que los síntomas vasomotores eran el síntoma más dominante, caracterizados por sofocos y sudoración nocturna. Es necesario mejorar los factores externos como dieta, actividad física o tabaquismo. En este sentido, los Omega-3 juegan un papel importante en:

  • Favorecer el Descanso
  • Proteger al Sistema Cardiovascular
  • Regulación de la inflamación de Articulaciones
  • Reducir los Depósitos de grasa

Referencias Bibliográficas

  1. Calder, PC. (2020): Proceedings of the Nutrition Society, 79 (4): 404-416

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  1. Gutierrez, S. et al. (2019): Int J Mol Sci, 20 (20): 5028

https://www.mdpi.com/1422-0067/20/20/5028

  1. Fattori, B. et al. (2020): Pharmacol Res, 151:104549

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  1. Arnardottir, H. et al. (2021): Front. Physiol., 11: 624657

https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fphys.2020.624657/full

  1. COVID-Omega-F”. EudraCT: 2020-002293-28; clinicaltrials.gov: NCT04647604

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  1. Sepidarkish, M. et al. (2021): Critical Reviews in Food Science and Nutrition, 17: 1-15

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  1. So, J. et al. (2021): Atherosclerosis, 316: 90-98

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  1. Rodrguez-Carrio, J. et al (2016): PLOS ONE, 11 (8): e0159573

https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0159573

  1. Dawcynski, D. et al. (2018): Clin Nutr, 37:494-504

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28302406/

  1. Song, J. et al. (2021): BMC Endocr Disord, 21 (1): 66

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33849519/

11. Ramsden, C. E., et al. (2021): Randomized controlled trial. bmj374.

https://doi.org/10.1136/bmj.n1448 

12. Zeng, L., et al. (2022): Frontiers in immunology, 13, 896476.

https://doi.org/10.3389/fimmu.2022.896476

13. Harris, W. S., et al. (2023): The American Journal of Clinical Nutrition117(2), 357-363.

https://doi.org/10.1016/j.ajcnut.2022.11.011 

14. Hanssens, L., et al. (2016): Prostaglandins, Leukotrienes and Essential Fatty Acids108, 45-50.

https://doi.org/10.1016/j.plefa.2016.03.014

15. Hanssens, L., et al. (2016): Prostaglandins, Leukotrienes and Essential Fatty Acids108, 45-50.

https://doi.org/10.3390/ijms18122645

16. Barati, M., et al. (2021). BMC Women’s Health21(1), 1-8.

https://bmcwomenshealth.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12905-021-01361-x

 

Omega-3, un Aliado en la Salud de las Articulaciones

Nuestra capacidad de movimiento se debe en buena medida al buen estado de las articulaciones, verdaderos “engranajes” que hacen posible la ejecución del movimiento. Sin embargo, el talón de Aquiles de estos engranajes es con frecuencia la inflamación articular, un proceso fisiológico ocasionado por diferentes causas que genera dolor, desgaste del cartílago e incluso la incapacidad para movernos o desplazarnos.

En este escenario, y con independencia del origen del proceso inflamatorio, los ácidos grasos Omega-3 EPA y DHA han demostrado científicamente su eficacia para disminuir la inflamación articular o “artritis”. Sus efectos se basan en la inhibición de la producción de citoquinas e eicosanoides pro-inflamatorios derivadas del ácido araquidónico, y la promoción de la síntesis de moléculas pro-resolutivas de la inflamación derivadas del EPA.

En el caso de la Artritis Reumatoide (AR), una enfermedad de carácter autoinmune que ataca a la cápsula de líquido sinovial de las articulaciones, EPA y DHA han mostrado importantes efectos terapéuticos en estos pacientes. En estos casos, además de los efectos antiinflamatorios aludidos previamente, las moléculas pro-resolutivas de la inflamación contribuyen a la regeneración tisular, contribuyendo a mantener una homeostasis en la respuesta inflamatoria y haciendo que la enfermedad curse de forma menos agresiva y con menos dolor.

Así lo demuestra un estudio clínico aleatorizado con placebo con 38 pacientes de AR a los que se les suministró 2,1g de DHA durante 10 semanas frente al grupo placebo. Se observó que en comparación con los pacientes que habían recibido placebo, la suplementación con DHA disminuye de forma eficaz la inflamación de los articulaciones y el dolor, y además se observó una disminución de eicosanoides proinflamatorios derivados del Ácido Araquidónico en favor de un incremento de los eicosanoides antiinflamatorios derivados del DHA [1]. En la misma línea, una revisión sistemática que analizó 20 estudios clínicos aleatorizados sobre los efectos de la suplementación dietética con Omega-3 a pacientes de AR concluyó que dicha estrategia es eficaz en la disminución de la inflamación articular, la rigidez y el dolor que padecen estos pacientes [2].

Resultados similares se han descrito en el caso de pacientes afectados de esclerosis múltiple (EM), una enfermedad autoinmune y neurodegenerativa de las vainas de mielina de las neuronas del sistema nervioso central que conduce a una progresiva pérdida de movilidad [3].

Un estudio clínico doble ciego aleatorizado con placebo llevado a cabo con 41 pacientes afectados de EM, reveló los efectos positivos de la suplementación con proporciones 1:1 Omega-3 y Omega-6 disminuyendo la tasa de recaída anual frente al grupo que había sido tratado con placebo. Los pacientes suplementados recibieron diariamente un tratamiento compuesto de: 1650 mg de EPA, 4650 mg DHA, 2000 mg de GLA (ácido gammalinolénico) y 3850 mg de LA (ácido linoleico) junto con vitaminas antioxidantes A y E durante un periodo de 30 meses. Finalizado este periodo se observó que la tasa de recaída anual de los pacientes suplementados con Omega-3 y Omega-6 se redujo un 60% con respecto al grupo placebo, además de minimizarse el riesgo de incapacidad progresiva. Este estudio evidencia la importancia del equilibrio 1:1 entre ácidos omega-3 y omega-6 como estrategia terapéutica para la EM [4].

En el tratamiento del dolor neuropático, las respuestas al tratamiento farmacológico son variadas e impredecibles a nivel individual, por lo que se debe encontrar la medicación o combinación de fármacos que sean mejor tolerados y produzcan la menor cantidad de efectos secundarios. Por este motivo, se cree que los mecanismos celulares de los ácidos grasos poliinsaturados ayudarían con la reducción de la neuroinflamación y el estrés oxidativo. Un estudio clínico reportó la reducción clínicamente significativa del dolor, incluso meses después del inicio del del tratamiento sin ningún reporte de efectos secundarios. Concretamente, fueron seleccionados 5 pacientes con diferentes patologías relacionadas con el dolor neuropático: radiculopatía cervical, síndrome de salida torácica, fibromialgia, síndrome del túnel carpiano y quemaduras. Recibieron dosis de aceite de pescado omega-3 (entre 2400 y 7200 mg/día de EPA + DHA) y se les evaluó inicialmente. Se continuó con un seguimiento a los 7-9 meses y a los 13-19 meses de tratamiento. [5]

 

 

 

Referencias Bibliográficas:

  1. Dawcynski, D. et al. (2018): Clin Nutr, 37:494-504

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  1. Navarini, L. et al. (2017): Lipids in Health and Disease, 16:197

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29017507/

  1. Kouchaki, E. et al. (2018): J Nutr, 148:1380-1386

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29982544/

  1. Pantzaris, MC. et al. (2013): BMJ Open, 3 (4):e002170.

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23599375/

5. Ko, G. D., et al. (2010): The Clinical journal of pain26(2), 168-172.

 

Omega-3: Nutrientes Imprescindibles en la Salud Cardiovascular

El buen funcionamiento del corazón, así como la correcta circulación sanguínea dependen de un equilibrio adecuado de ácidos grasos en las membranas de los cardiomiocitos y los vasos sanguíneos. Uno de los nutrientes vitales para la salud cardiovascular son los Omega-3 DHA y EPA, ampliamente estudiados sus efectos y beneficios en la literatura científica.

Los resultados de diferentes ensayos clínicos concluyen que la suplementación con Omega-3 es eficaz para prevenir accidentes cardiovasculares. De entre todos ellos, cabe destacar los resultados del estudio REDUCE-IT, el mayor estudio clínico aleatorizado realizado en pacientes con elevado riesgo cardiovascular o diabetes [1]. En este estudio, se administraron 4g de EPA junto con estatinas a los pacientes o la cantidad equivalente de placebo. Los resultados acumulados a lo largo de 6 años de estudio han puesto de manifiesto una disminución significativa superior a un 35% en el riesgo de accidente isquémico en los pacientes tratados con EPA frente a los que se les administró placebo [1].

Al margen del estudio REDUCE-IT, otros muchos ensayos clínicos llevados a cabo con diferentes cantidades y proporciones de EPA y DHA han mostrado resultados concluyentes sobre los efectos beneficiosos del omega-3 en la salud cardiovascular. Una revisión sistemática que analiza 13 estudios clínicos concluye que existe una clara correlación entre la suplementación con EPA y DHA y la disminución del riesgo de infarto de miocardio, enfermedades cardiovasculares y mortalidad asociada a enfermedades cardiovasculares [2].

Los efectos de los Omega-3 sobre la salud cardiovascular se basan en la disminución de los niveles de triglicéridos en plasma, la disminución de la presión sanguínea, la inhibición de la formación de trombos, efectos antioxidantes del EPA a nivel endotelial y la disminución de la inflamación, lo que en su conjunto disminuye el riesgo de formación de placa de ateroma. Además, a nivel cardiaco se ha demostrado que EPA y DHA disminuyen la frecuencia cardíaca y produce una estabilización eléctrica de la membrana y aumenta el tiempo de recuperación de los ventrículos previniendo arritmias.

Diferentes estudios clínicos, así como la EFSA, señalan que la ingesta de 2g al día combinados de DHA y EPA son eficaces para disminuir los niveles de triglicéridos en plasma [3], si bien es cierto su administración en formatos con una baja biodisponibilidad puede hacer necesario aumentar la dosis diaria hasta los 4g. Un estudio clínico llevado a cabo en pacientes diabéticos de tipo II muestra como la administración diaria de 1450 mg DHA y 450 mg EPA durante 8 semanas frente a la cantidad equivalente de placebo reduce los niveles de triglicéridos sanguíneos en todos los pacientes, de forma más acentuada en aquellos que con Hipertrigliceridemia [4].

A su vez, EPA y DHA también han demostrado su eficacia en la disminución de la presión sanguínea en pacientes hipertensos con un consumo diario de 3g de EPA y DHA combinados, tal y como recoge la EFSA. Un meta-análisis reciente de estudios clínicos aleatorizados concluye que tanto el DHA como el EPA son eficaces para disminuir la hipertensión y el riesgo de accidente cardiovascular, si bien es cierto que operan por mecanismos diferentes [5].

Por su parte, otro ensayo clínico aleatorizado con placebo llevado a cabo con 121 pacientes normolipidémicos puso de manifiesto los efectos independientes de EPA y DHA sobre la salud cardiovascular. En este estudio se dividió a los pacientes en 4 grupos a los que se les asignó aleatoriamente un tratamiento durante 6 semanas: grupo suplementado con 600 mg de EPA/día; grupo suplementado con 1800 mg de EPA/ día; grupo suplementado con 600 mg de DHA/día y grupo placebo. Los resultados mostraron que el grupo tratado con 600 mg de EPA no mostró cambios significativos con respecto al grupo placebo, sin embargo, los pacientes tratados con 1800 mg de EPA disminuyen la expresión de lipasa A2 (LPA2) sin aumentar los niveles de colesterol LDL. Por su parte, los pacientes tratados con DHA disminuyeron los niveles de TAG en plasma e incrementan los niveles de colesterol LDL en plasma [6]. Una conclusión importante de este estudio es que dosis bajas de EPA y/o DHA (ejemplo: 600 mg EPA) pueden resultar insuficientes para manifestar los resultados buscados, ya que en muchos casos la magnitud del efecto es dosis-dependiente, como sucede con la disminución de triglicéridos en plasma.

En esta línea, otro estudio clínico aleatorizado doble ciego con placebo realizado con 25 pacientes afectados de hipertrigliceridemia demostró que las dosis altas de EPA y DHA, 3,4g/día (proporción EPA:DHA 1,2:1) durante 2 meses disminuyen de forma notable la densidad de lipoproteínas responsables de la progresión de la placa de ateroma. Concretamente, y a diferencia de lo observado en el grupo placebo y en un tercer grupo suplementado con dosis bajas de EPA + DHA (0,85g/día), este régimen de suplementación disminuyó de forma significativa la densidad de lipoproteínas que contienen ApoB y ApoCIII [7].

Además, un estudio observacional reciente llevado a cabo con 944 pacientes que habían sufrido infarto de miocardio con elevación del segmento ST (STEMI) puso de manifiesto que unos niveles más altos de EPA en los fosfolípidos del plasma se asociaban con un mejor pronóstico en los siguientes 3 años. Aquellos pacientes que se situaban en el tercil más alto de niveles de EPA en fosfatidilcolina del plasma mostraron menor tasa de recaída en los infartos y una disminución del número de eventos cardiovasculares adversos durante el seguimiento en los 3 años posteriores  al STEMI [8].

Un aspecto que ha despertado cierta inquietud entre los profesionales de la salud es conocer si el consumo de ácidos grasos omega-3 incrementa el riesgo de sangrado.

A tal respecto se llevó a cabo un estudio clínico aleatorizado doble ciego con placebo, Omega-3 Fatty Acids for Prevention of Postoperative Atrial Fibrillation (OPERA) Randomized Trial para contrastar dicha hipótesis. En el estudio un total de 1516 pacientes fueron asignados aleatoriamente a un régimen de suplementación con cantidades de 8-10 g de aceite de pescado  (rico en omega-3) durante 5 días previos a una operación, y 2 g de aceite de pescado posterior a la operación, o el placebo correspondiente.

Los resultados del estudio concluyeron que el grupo de suplementación no mostraba un mayor riesgo de sangrado perioperatorio comparado con el grupo placebo. Sin embargo, sí se constató que en el grupo de suplementación fueron necesarias menos unidades de transfusiones sanguíneas en relación con el grupo placebo. De hecho, se observó una correlación negativa entre los niveles de EPA y DHA en los fosfolípidos del plasma y el riesgo de sangrado perioperatorio definido por el Consorcio de Investigación Académica de Sangrado [9].

Cardiopatía congénita es un término general para una serie de defectos congénitos que afectan al funcionamiento normal del corazón. Entre los factores que aumentan el riesgo de padecerla se encuentran: padecer una condición genética, como el síndrome de Down, periodo gestacional en mujeres diabéticas, consumo de alcohol o de ciertas medicinas durante el embarazo, infecciones víricas, etc. En la siguiente revisión sistemática, se seleccionaron ensayos clínicos siguiendo los siguientes criterios de exclusión:

  1. Que fueran ensayos controlados aleatorizados que compararan la ingesta de ácidos grasos omega-3 (EPA o EPA+DHA) frente al control.
  2. Que la duración del seguimiento fuera de al menos 12 meses.
  3. Que los ensayos informasen de la mortalidad y los resultados cardiovasculares.

Se incluyeron 38 ensayos con 149051 pacientes de entre 39 y 78 años, de ellos:

  • 4 compararon EPA frente a control: la dosis osciló entre 1,8 y 4,0 g EPA/día.
  • El resto (34) compararon EPA+DHA frente a control: la dosis osciló entre 0,4 a 5,5 EPA+DHA g/día.

Los principales resultados tras la suplementación con omega-3 fueron asociados a una reducción de:

  • La mortalidad cardiovascular.
  • El infarto de miocardio no mortal.
  • Los episodios de cardiopatía coronaria.
  • Los episodios cardiovasculares adversos mayores.
  • La revascularización.

Aunque se observó una mayor reducción del riesgo cardiovascular con la monoterapia con EPA que con EPA + DHA, la suplementación única con EPA se asoció a un mayor riesgo de hemorragia total frente al grupo control. Reducir el riesgo contribuiría positivamente al desarrollo de cardiopatías, incluso cuando uno de los factores involucrados es genético. [10] Retomando estudio anterior [9], el grupo suplementado con EPA+DHA no mostró un mayor riesgo de sangrado perioperatorio comparado con el grupo placebo. Es necesaria más investigación en este campo, para evaluar la eficacia de la suplementación según el tipo o combinación de ácidos grasos omega-3.

 

La miocardiopatía isquémica se desarrolla cuando el corazón no puede bombear suficiente sangre al resto del organismo por una enfermedad arterial coronaria. A pesar de los numerosos estudios publicados, que respaldan los efectos electrofisiológicos beneficiosos de los omega-3 sobre el corazón, los resultados siguen siendo contradictorios. En el ensayo clínico clínico doble-ciego cruzado recurrieron a la oportunidad de monitorizar los episodios arrítmicos mediante desfibriladores cardioversores implantables (DAI) para evaluar los efectos de la suplementación con omega-3. [11]

Seleccionaron 420 pacientes receptores de desfibriladores cardioversores implantables (DAI) y con cardiomiopatía isquémica. Fueron suplementados con cápsulas que contenían 3,6 g de aceite de pescado omega-3 (400 mg EPA y 200 mg de DHA), 40 mg de ácido oleico y 2 mg de vitamina E. Fueron monitorizados al inicio y a los 3, 6, 10, 13 y 16 meses para estudiar su evolución. Durante el tratamiento con omega-3 aumentaron las concentraciones de EPA y DHA en los glóbulos rojos y el tejido adiposo subcutáneo y el número medio de episodios taquiarrítmicos ventriculares fue significativamente inferior. Los resultados sugieren que el tratamiento con aceite de pescado puede asociarse a una reducción de la frecuencia de TEV en receptores de DAI con miocardiopatía isquémica. Sin embargo, los posibles efectos antiarrítmicos de la suplementación con omega-3 deben ser validados en ensayos clínicos con mayor tamaño muestral.

Un desequilibrio en el consumo de ácidos grasos omega-3 y omega-6 tiene consecuencias negativas sobre nuestra salud. Las grasas son esenciales para el buen funcionamiento del organismo. Forman parte de las membranas celulares que protegen a cada una de nuestras células, son la materia principal que compone nuestro cerebro y a partir de ellas se producen diferentes hormonas. Dicho esto, claro está que la grasa es buena, aunque debemos elegir las fuentes de grasa que nos aportan esa que es beneficiosa para nuestro cuerpo.

A menudo leemos que debemos aumentar el consumo de omega-3 y disminuir el de omega-6, como si este último fuera el malo de la película. Esto no es exactamente así, el cuerpo necesita tanto omega-3 como omega-6, pero deberemos tener en cuenta la proporción entre el consumo de uno y otro para que hagan su función correctamente dentro del cuerpo.

La descompensación entre estos ácidos grasos provoca inflamación, el gran mal del mundo moderno, y es una de las principales causas del deterioro de nuestra salud. Alguno de los síntomas o consecuencias que podemos experimentar debido al desequilibrio entre el omega-3 y el omega-6 son: dolor e inflamación crónica, endurecimiento de las arterias, cardiopatías, desequilibrios hormonales, enfermedades autoinmunes, afecciones respiratorias, problemas de coagulación de la sangre.

 

Las oxilipinas procedentes de los omega-6 y omega-3 pueden ser indicadores de inflamación sistémica, uno de los factores desencadenantes del desarrollo de trastornos cardiometabólicos. En el estudio investigaron la relación entre los niveles plasmáticos de estas oxilipinas con la composición corporal y los factores de riesgo cardiometabólico en 72 adultos de mediana edad. Los niveles plasmáticos de oxilipinas se determinaron mediante Cromatografía Líquida acoplada a Espectrometría de Masas en tándem (LC-MS/MS). [12]

Se determinaron los niveles plasmáticos de ácidos grasos omega-6 y omega-3 y de oxilipinas mediante lipidómica dirigida. Los niveles plasmáticos de los ácidos grasos omega-6 y las oxilipinas derivadas del ácido araquidónico (AA) se asociaron positivamente con los parámetros del metabolismo de la glucosa (niveles de insulina y HOMA). Por el contrario, los niveles plasmáticos de ácidos grasos omega-3 y oxilipinas derivadas del ácido eicosapentaenoico (EPA), así como prostaglandinas de la serie-3, se asociaron negativamente con los parámetros plasmáticos del metabolismo de la glucosa.

Los niveles plasmáticos de ácidos grasos omega-6 y oxilipinas derivadas también se correlacionaron positivamente con parámetros de la función hepática (transaminasa glutámica pirúvica, gamma-glutamil transferasa (GGT) e índice de hígado graso). Además, los individuos con mayor proporción de ácidos grasos omega-6:omega-3 mostraron niveles más altos de HOMA, colesterol total, colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL-C), triglicéridos y GGT, así como niveles más bajos de colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL-C). 

En conclusión, la proporción elevada de ácidos grasos omega-6:omega-3 y oxilipinas derivadas del Omega-6 reflejarían un perfil cardiometabólico adverso en términos de mayor resistencia a la insulina y deterioro de la función hepática en adultos de mediana edad.

 

La fatiga se refiere a varios aspectos de la fisiología humana. La fatiga física se produce por diversas razones, como el agotamiento de los depósitos de glucógeno y la fosfocreatina de los músculos, disfunción de la transmisión neuromuscular o disfunción de la bomba de calcio del retículo sarcoplásmico. La mental se produce cuando las personas se someten a largos periodos de actividad cognitiva. También puede experimentarse en enfermedades como la anemia, el síndrome de fatiga crónica, el cáncer, la fibromialgia, la esclerosis múltiple y el VIH.

Los factores dietéticos exógenos que intervienen en la producción de energía pueden actuar como agentes antifatiga, como el ajo, la quercetina y la Coenzima Q10 (CoQ10). La CoQ10 es un compuesto similar a las vitaminas liposolubles con múltiples funciones. En las mitocondrias, la CoQ10 se encuentra tanto en estado reducido (ubiquinol) como oxidado (ubiquinona). A nivel plasmático y extracelular, se encuentra en su forma reducida (ubiquinol) y se comporta como un antioxidante. En las células se encuentra como ubiquinona para realizar su función como cofactor de las enzimas mitocondriales encargadas de la producción de energía celular.

Se estima que las necesidades diarias, tanto a partir de la biosíntesis endógena como de fuentes alimentarias, son de unos 500 mg. A medida que las personas alcanzan la edad adulta y comienzan a envejecer, disminuye la capacidad del organismo para sintetizar su propia CoQ10, con un descenso gradual y continuo de los niveles tisulares. Además, sus niveles disminuyen en una serie de trastornos, especialmente en las enfermedades cardiacas. Se ha demostrado que su deficiencia afecta a la fosforilación oxidativa, lo que provoca una alteración en el metabolismo mitocondrial, reduciendo la tolerancia física y la fatiga.

Varios estudios han examinado los efectos beneficiosos de la suplementación con CoQ10 sobre la fatiga en diferentes poblaciones, pero los resultados no han sido concluyentes. En el artículo de Mehrabani, S., et al. (2019), revisaron sistemáticamente los estudios de intervención disponibles para dilucidar los efectos generales de la suplementación con CoQ10 sobre la fatiga en la población adolescente y adulta. [13]

Para la revisión, incluyeron 16 estudios realizados entre 2004 y 2016. Los participantes tenían un estado de salud diferente (sanos o enfermos) con edades comprendidas entre los 13 y los 69 años en ambos sexos. Las dosis de CoQ10 oscilaron de 60 a 500 mg/día. Entre las patologías se encontraban: Fibromialgia, Miopatía asociada a estatinas, Poliomielitis, Esclerosis múltiple, Insuficiencia cardiaca terminal, Síndrome de fatiga crónica y Cáncer de mama. Parece que la CoQ10 tiene mejores efectos terapéuticos en la fatiga asociada al tratamiento con estatinas y en los pacientes con fibromialgia en comparación con otras enfermedades. La suplementación con CoQ10 podría aliviar la fatiga, pero deben tenerse en cuenta las diferencias entre la población de los estudios.

 

El ácido eicosapentaenoico (EPA) es un ácido graso omega-3 poliinsaturado de cadena larga con propiedades antiinflamatorias y antiagregantes. Por el contrario, el ácido araquidónico (AA), ácido graso omega-6,  es un precursor de una serie de sustancias proinflamatorias y proagregantes. El EPA actúa en competencia con el AA por las enzimas clave ciclooxigenasa y lipoxigenasa para formar productos “menos inflamatorios”. Como resultado, la relación AA:EPA puede ser un marcador de la inflamación crónica, ya que una proporción más alta se corresponde con niveles más altos de inflamación. En la actualidad está bien establecido que la inflamación desempeña un papel importante en las enfermedades cardiovasculares. La revisión que traemos hoy examina el papel del cociente AA:EPA como marcador de la enfermedad cardiovascular, su principal utilidad clínica.

 

La dieta occidental moderna es rica en ácidos grasos omega-6 y deficiente en omega-3 EPA y DHA. Este desequilibrio provoca un estado proinflamatorio, asociado a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. La suplementación con EPA aumenta sus niveles tanto en plasma como en tejidos de forma dosis-dependiente. Así contribuye a invertir la relación AA:EPA de proinflamatoria/proagregante a antiinflamatoria/antiagregante. Los estudios epidemiológicos han demostrado que un cociente AA:EPA más alto se asocia con un mayor riesgo de:

  • Enfermedad arterial coronaria
  • Síndrome coronario agudo
  • Infarto de miocardio
  • Ictus
  • Insuficiencia cardiaca crónica
  • Arteriopatía periférica
  • Enfermedad vascular

La relación AA:EPA ha demostrado ser un marcador sólido de futuros eventos cardiovasculares en diversos contextos clínicos.Por el contrario, la relación DHA:AA tiene poco valor pronóstico, lo que sugiere que el tratamiento con EPA o EPA+DHA combinados es la mejor intervención para modular este cociente y reducir el riesgo cardiovascular. Estos resultados recogen la importancia de suplementarse con Omega-3 EPA o EPA+DHA, pero también de conocer los niveles de ácidos grasos en membrana de eritrocito.

  

 

Referencias Bibliográficas:

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Beneficios del Omega-3 en Enfermedades Metabólicas: Obesidad, Diabetes y Síndrome Metabólico.

Además de los efectos beneficiosos de DHA y EPA en la salud cardiovascular, la suplementación con Omega-3 también ha demostrado científicamente que es una excelente estrategia terapéutica para seguir en la prevención y tratamiento de determinados enfermedades y trastornos metabólicos.

Una de las principales enfermedades con una gran prevalencia en la población es la obesidad, donde además de los problemas fisiológicos derivados existe una alteración endocrina que cursa con altos niveles de marcadores inflamatorios. En la obesidad se produce una acumulación de triacilglicéridos en el tejido adiposo conlleva una sobreproducción de citoquinas y eicosanoides proinflamatorios que pueden deparar en patologías posteriores como síndrome metabólico o Diabetes Mellitus de tipo II.

Un estudio clínico aleatorizado con placebo llevado a cabo con 29 pacientes obesos reveló que la suplementación de una dieta hipocalórica con 500 mg de DHA al día durante 6 semanas en comparación con el grupo que solamente seguía la dieta hipocalórica producía una disminución significativamente mayor en los niveles de los principales marcadores inflamatorios. Además, en los pacientes suplementados con DHA se observaron en plasma niveles más altos de eicosanoides resolutivos de la inflamación derivados del DHA, siendo ambos efectos responsables de la disminución de la inflamación generalizada que existe en los pacientes obesos [1].

Un metaanálisis recientemente publicado ha analizado 33 estudios clínicos sobre los efectos de la suplementación con DHA y/o EPA con relación a su eficacia en el tratamiento del síndrome metabólico. Las conclusiones extraías señalan que EPA y DHA tienen diferentes efectos minimizando los principales factores del riesgo del síndrome metabólico. Por una parte, tanto DHA como EPA disminuyen los niveles de triacilglicéridos en plasma. EPA disminuye los niveles totales de colesterol, mientras que la suplementación con DHA aumenta el colesterol, tanto HDL (“colesterol bueno”), como LDL (“colesterol malo”). Además, la suplementación con DHA aumenta los niveles totales de insulina, especialmente en la subpoblación menor de 60 años [2].

Por su parte, la suplementación con DHA y EPA se ha demostrado eficaces en la disminución del riesgo de desarrollar resistencia a la insulina, y en última instancia llegar a padecer diabetes de tipo II. En 2020 se publicaron los resultados de un estudio clínico aleatorizado con placebo llevado a cabo con 73 pacientes con obesidad, resistencia a la insulina, pero sin diabetes, a los que se les administró un aceite de pescado enriquecido en DHA (860 mg de DHA y 120 mg de EPA) frente al grupo control, al que se administró placebo (aceite de maíz) durante 12 semanas. Los resultados mostraron que los pacientes con obesidad abdominal que había sido suplementados con Omega-3 disminuían de forma notable el índice de resistencia a la insulina frente al grupo que había recibido placebo, sin que se observaran diferencias por sexos en el índice de resistencia a la insulina [3].

 

 

 

Referencias Bibliográficas:

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DHA y EPA: Dos Promesas Terapéuticas en el Cáncer

Los ácidos grasos Omega-3 DHA y EPA comportan numerosos efectos beneficiosos tanto a nivel preventivo como terapéutico en diferentes tipos de cáncer, especialmente en los cáncer de pecho y colorrectal.

Sus principales mecanismos de acción son variados; entre ellos cabe destacar:

1) Capacidad del DHA para generar defectos de empaquetamiento en las membranas, confiriendo mayor fluidez y facilitando así el acceso de fármacos antitumorales

2) Inhibición de la formación de dominios de membrana tipo “RAFT” esenciales en la señalización por factores de crecimiento, y por tanto promotores de la división celular

3) Síntesis de eicosanoides y SPM de acción antiinflamatoria que frenan la progresión de cáncer

4) Inhibición de la expresión de proteínas oncológicas y vías de señalización implicadas en la supervivencia celular

5) Capacidad de DHA y EPA en la facilitación de la activación del receptor de membrana GPR120 promotor de la apoptosis

6) Efectos anti-angiogénicos de EPA y DHA e inhibidores de la adhesión celular

7) La inducción de muerte selectiva de células tumorales por Ferroptosis. Resultado de una sobrecarga de acumulación de DHA en condiciones de acidosis celular en el citoplasma no esterificado, que es oxidado generando un fuerte estrés oxidativo citotóxico inductor de la muerte de la célula tumoral [1].

A tenor de estos efectos, diferentes estudios clínicos han puesto de manifiesto la efectividad de la suplementación con EPA y DHA combatiendo diferentes tipos de cáncer.

Un estudio clínico aleatorizado llevado a cabo con 60 pacientes de cáncer de pulmón fue suplementados con 2,4 g de Omega-3 (1,6g EPA + 0,8g DHA) durante 8 semanas. Los resultados muestran una mejora en el estado nutricional de estos pacientes y una menor respuesta inflamatoria en los pacientes tratados con Omega-3 frente a los que se les administra placebo [2]. En la misma línea, otro ensayo clínico realizado con 38 pacientes afectados de cáncer sometidos a radioterapia. A los pacientes se les asignó a un grupo con una dieta enriquecida en omega-3 (2,4g EPA + 1,2 g DHA) al día frente al grupo control que recibió la misma dieta isocalórica sin la suplementación en omega-3. Los resultados muestran que, en tan solo una semana, los niveles de EPA y DHA aumentan en los leucocitos, disminuyen los niveles de PGE2 (principal mediador inflamatorio en plasma) sin que se produzcan variaciones en los niveles de citoquinas entre ambos grupos [3].

Un estudio científico reciente ha demostrado el papel antitumoral del EPA en estadios tempranos de pacientes de cáncer de próstata, donde la administración de monoacilglicéridos de EPA ejerce un efecto antiangiogénico en la neovascularización tumoral [4].

La administración de Omega-3 también ha mostrado importantes resultados en pacientes de cáncer colorrectal con metástasis hepática. Un estudio clínico en fase II doble ciego aleatorizado con placebo se en el que se administró 2g de EPA/ día a los pacientes durante 30 días en promedio (entre 12 y 65 días), previo a la operación mostró que disminuía de forma significativa la mortalidad en todos los pacientes, y de forma más acusada en los pacientes sometidos a cirugía libres de cáncer. Además, se observó que estos efectos eran paralelos a un aumento del 40% de los niveles de EPA en las células del tejido tumoral y una inhibición de las vascularización tumoral [5].

También en pacientes recientemente diagnosticados de cáncer de pecho se ha descrito que la suplementación con Omega-3 mejora su respuesta inmunitaria y el pronóstico de la enfermedad. Así lo demuestra un estudio clínico llevado a cabo con 38 pacientes del Hospital Universitario de Brasil diagnosticados con cáncer de pecho, a los que se les administró 940 mg de EPA y 780 mg de DHA diarios durante 30 días. Los resultados concluyeron que el tratamiento promovía una disminución de la respuesta inflamatoria de estos pacientes, un mantenimiento de los niveles de linfocitos T CD4+ colaboradores y un aumento significativo de los niveles de EPA y DHA en los fosfolípidos de la membrana de los eritrocitos [6].

En la siguiente revisión, buscaron y seleccionaron ensayos clínicos registrados en la base de datos ClinicalTrials.gov sobre el consumo de Omega-3 durante la terapia contra el cáncer, identificando un total de 171 entradas desde 2021 hasta 1995, después de la Ley de Modernización de la Administración de Alimentos y Medicamentos. [7] Los ensayos abarcaban 15 tipos diferentes de cáncer, en algunos casos múltiples (2,4%). Los tres tipos principales de cáncer son el cáncer de mama (29,3%), el cáncer de próstata (15,9%) y el cáncer colorrectal (15,9%), que representan la mayoría de los ensayos (61%). La mayoría de estos ensayos se centran en la reducción de los efectos secundarios o en el tratamiento de síntomas.

Según los 49 resultados de ensayos clínicos publicados, el principal efecto de los omega-3 parece ser la reducción de los síntomas asociados al cáncer y la mejora de su calidad de vida, a través de:

  • El mantenimiento del tono muscular y masa corporal, que reduce la caquexia.
  • La protección frente a la toxicidad inducida por la quimioterapia, que disminuye la neuropatía.
  • La mejora del estado nutricional, que previene las complicaciones post-operatorias.
  • La producción de eicosanoides derivados del omega-3 antiinflamatorios, que disminuyen la inflamación.

Existen nuevos ingredientes activos con propiedades antitumorales que pueden combinarse con los prometedores efectos del omega-3, un ejemplo es el de la curcumina liposomal. En modelos de ratones, se ha demostrado que puede ser un protector óptimo contra la neumonitis por radiación y sensibilizador para la radioterapia. En concreto, se observó una mitigación eficaz de la neumonitis, retrasando su proceso y secuelas, un alivio de la inflamación y fibrosis del pulmón, y la disminución de los microvasos y angiogénesis en el tumor. [8]

La malnutrición es común en niños con cáncer y está asociada con resultados clínicos negativos. El papel de la nutrición en oncología aún no se conoce lo suficiente, es necesario investigar sobre las consecuencias de las carencias de macro y micronutrientes. Se llevó acabo una revisión bibliográfica que destaca la importancia de la nutrición y el papel de los ácidos grasos omega-3 como suplementos beneficiosos en la prevención y en el tratamiento del cáncer pediátrico. [9]

  • Ventajas de la suplementación con Omega-3:
    • Su actividad anticancerígena se ha constatado inicialmente en varios estudios epidemiológicos: las dietas occidentales, que suelen presentar bajos ratios Omega-3/Omega-6, se asociaban a mayores tasas de tumores malignos que las dietas tradicionales asiáticas o mediterráneas.
    • Mejoran la respuesta del tumor al tratamiento, protegen de la toxicidad y frenan las complicaciones secundarias.
    • Prevención de complicaciones a largo plazo.
  • Dosis: No hay datos suficientes para dar una recomendación cuantificada, pero oscila entre 0,2 g de DHA/día y 1,5 g de EPA+DHA/día. En lactantes la EFSA recomienda mínimo 100 mg DHA/día.
  • Efectos adversos: Se previenen a bajas concentraciones (< 3 g/día). No se recomiendan en población con alto riesgo de hemorragias. Los efectos antiinflamatorios podrían disminuir las respuestas inmunitarias en inmunodeprimidos.

La suplementación con DHA y EPA parece ser una forma relativamente no tóxica de terapia de apoyo por sus efectos sobre el sistema inmunitario y diferentes vías metabólicas, así como en múltiples dianas implicadas en diferentes etapas del desarrollo del cáncer.

Aún es necesaria una mayor investigación sobre los beneficios particulares en el cáncer infantil. De hecho, los autores destacan la necesidad de poner en marcha estudios pediátricos para identificar los factores de riesgo de un peor pronóstico, encontrándose entre ellos la inadecuada nutrición.

 

En un estudio evaluaron el potencial del ácido docosahexaenoico (DHA) como agente terapéutico en líneas celulares (Líneas IGROV-1 y HEY)  y en un modelo de ratón de cáncer de ovario (Modelo KpB). Respecto al grupo control, pudieron contrastar los mecanismos anticancerígenos del DHA en el cáncer de ovario in vitro e in vivo: inducción de la detención del ciclo celular, el estrés celular o la apoptosis, y antiangiogénesis e inhibición de los procesos de transición epitelio-mesénquima, protagonistas de la metástasis. Por ejemplo, en los ratones KpB disminuyó el crecimiento tumoral, en términos de volumen (A) y peso. Los datos proporcionan una justificación preclínica para aplicar el DHA como intervención dietética y complemento terapéutico en pacientes con cáncer de ovario.

 

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DHA es Clave Para la Fertilidad Masculina

El proceso de espermatogénesis conlleva una alta demanda de DHA para la formación del acrosoma. La membrana del espermatozoide requiere el DHA para generar la fluidez de membrana suficiente necesaria en los procesos de curvatura que conducen a la maduración espermática. Los bajos niveles de DHA son responsables de una espermatogénesis defectuosa (forma aberrante), reducido número de espermatozoides y baja movilidad espermática, lo que conduce a la Infertilidad Masculina.

Sin embargo, estos factores responsables de la infertilidad masculina pueden ser revertíos mediante suplementación dietética con 2g de DHA/día. Así de desprender de un ensayo clínico aleatorizado llevado a cabo con 60 hombres infértiles de entre 18 y 50 años. Este estudio concluyó que la suplementación diaria durante 3 meses con cantidades de DHA de 0,5, 1 y 2 g mejoraba la calidad del espera en términos de recuento de espermatozoides, morfología y movilidad espermática. Además, la inmediatez del efecto es dosis dependiente, obteniéndose los mejores resultados con una cantidad de 2 g/día de DHA.

 

Referencias Bibliográficas:

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Omega-3 en el Rendimiento Físico y Mental para la actividad física cotidiana y deportes de competición

 

La suplementación dietética con ácidos grasos omega-3 reduce la inflamación en numerosas enfermedades inflamatorias como la artritis reumatoide, la enfermedad inflamatoria intestinal y la enfermedad de Crohn. Igualmente, aportaría beneficios al minimizar el dolor post-ejercicio, facilitando el entrenamiento en individuos que van desde atletas sometidos a un fuerte acondicionamiento, hasta sujetos sedentarios o pacientes que inician programas de ejercicio o tratamientos médicos, como fisioterapia o rehabilitación cardiaca.

En 11 adultos sanos de ambos sexos, se comprobó que la suplementación con omega-3 reducía las agujetas de aparición retardada causadas por ejercicios de fuerza extenuantes. Realizaron flexiones excéntricas de bíceps en dos ocasiones, una tras 14 días de restricción dietética de omega-3 (ensayo de control) y otra tras 7 días de suplementación con 3 g/día de omega-3. Antes y 48 h después del ejercicio excéntrico, se evaluaron los signos de inflamación midiendo los índices de dolor, hinchazón y temperatura. [1]

En un ensayo clínico doble-ciego aleatorizado, 20 jóvenes varones fueron sometidos a un régimen de suplementación con cápsulas que contenían 180 mg de EPA y 120 mg de DHA, tres veces al día durante cada comida. El hallazgo más importante de este estudio fue que la suplementación con omega-3 a corto plazo (7 días) antes de una sesión aguda de ejercicio extenuante de resistencia puede reducir el estrés oxidativo posterior al ejercicio, atenuando el aumento de los niveles plasmáticos de malondialdehído. Además, parece atenuar el aumento de los valores de creatina quinasa que se observan normalmente tras el ejercicio de resistencia. [2]

En un ensayo clínico abordado paralelamente sobre depresión y bipolaridad, la suplementación con 2 g diarios de omega 3 (1,4 g de EPA y 0,2 g de DHA) mejoró la sintomatología clínica de ambos trastornos. [3]

El deporte competitivo genera altos niveles de estrés y ansiedad que pueden disminuir el rendimiento y aumentar el riesgo de lesión. Los beneficios del Omega-3 en el entrenamiento son bien conocidos, pero hay pocos datos disponibles sobre otros ingredientes, como la Schisandra chinensis, de especial atención por su sinergía con los omega-3.

Los compuestos bioactivos extraídos de S. chinensis son denominados lignanos de tipo dibenzociclooctadieno, entre los que destacan las esquisandrias. Se han demostrado sus efectos sobre el músculo esquelético, tejido adiposo, metabolismo de carbohidratos y los niveles de testosterona y cortisol sanguíneos, teniendo efectos hepatoprotectores, antiinflamatorios, antioxidantes y antineoplásicos. [4] Estos lignanos son conocidos por sus propiedades adaptógenas, es decir, que aumentan el rendimiento físico y mental. Las esquisandrinas y gomisinas también son conocidas por sus propiedades antiinflamatorias, logrando una sinergia con los ácidos grasos omega-3 EPA y DHA.

En un estudio piloto, se suplementó por tres meses a un grupo de 15 jugadores profesionales de baloncesto de entre 18 y 36 años con una dosis de 5 ml diarios de 1125 mg de ácidos grasos Omega-3 (690 mg EPA y 435 mg DHA), 200 mg de extracto de Schisandra chinensis y 15 µg de vitamina D3. En la mayoría de los deportistas se observó una disminución del estrés y ansiedad, un aumento de la autoconfianza. Además, no se registraron efectos adversos. [5]

La suplementación con ácidos grasos poliinsaturados Omega-3 se ha propuesto recientemente como ayuda ergogénica para los atletas, ya que ejercen propiedades antiinflamatorias y actúan para cambiar la capacidad funcional de la célula muscular modificando la fluidez de la membrana de proteínas y lípidos. Por su parte, el extracto de Schisandra interviene en la inmunidad y la inflamación, favorece el metabolismo hepático, mejora la fatiga y regula la función de los receptores de esteroides. Por lo tanto, también constituye una buena ayuda para el ejercicio, que se suma a los efectos beneficiosos del omega-3. [6]

En un estudio clínico, se observó la eficacia sobre las agujetas del consumo de 1546 mg de omega-3 (551 mg de EPA y 551 mg de DHA) dos veces al día en comparación con un placebo a base de proteínas. A partir del día 20, se observó un efecto beneficioso moderado sobre la fatiga, lo que se tradujo en un mejor mantenimiento de la potencia explosiva en jugadores de élite de Rugby durante los entrenamientos de pretemporada. [7]

En un ensayo clínico doble-ciego aleatorizado, se seleccionaron 65 mujeres para evaluar los efectos de la suplementación con extracto de Schisandra para evaluar el efecto de la suplementación sobre la fuerza muscular del cuádriceps y el lactato en reposo, indicador de fatiga muscular. Durante 12 semanas, consumieron 1000 mg de extracto de Schisandra o de almidón, en el caso del grupo placebo. Los resultados arrojaron una mayor fuerza muscular del cuádriceps y menores niveles de lactato en reposo respecto al grupo placebo. [8]

El sueño es una parte integral del proceso de recuperación y adaptación entre sesiones de ejercicio. Cada vez hay más pruebas que sugieren que el aumento de la duración y la mejora de la calidad del sueño en los deportistas están asociados a un mayor rendimiento y éxito competitivo. Además, dormir mejor puede reducir el riesgo de lesiones y enfermedades en los deportistas, optimizando la salud y mejorando potencialmente el rendimiento. [9] En este ensayo doble-ciego y controlado con placebo, se investigaron los efectos de un aceite enriquecido en DHA (900 mg de DHA y 270 mg de EPA al día) o en EPA (360 mg de DHA y 900 mg de EPA al día) sobre la calidad del sueño en adultos sanos que consumían habitualmente cantidades bajas de pescado azul. Con el aceite rico en DHA los sujetos se sintieron menos energéticos y descansados. Por su parte, la suplementación con el aceite rico en EPA aumentó la eficacia del sueño y se observó una disminución significativa tanto del tiempo total en la cama, como del tiempo total de sueño en comparación con el aceite rico en DHA. [10]

 

 

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Importancia del DHA en el Embarazo, Lactancia y Fertilidad Femenina

El ácido docosahexaenoico, o DHA, se es un nutriente fundamental durante el periodo de gestación y la lactancia. Durante el embarazo el feto obtiene todo el DHA necesario para formar el cerebro, sistema nervioso y retina principalmente a expensas de los depósitos maternos.

Esta demanda adicional de DHA que impone el bebé en la madre condiciona un mayor aporte de DHA en la dieta de la madre para evitar un déficit que puede comprometer la salud tanto del bebé como de la madre. En este punto, la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) recoge la necesidad de suplementar con 200 mg adicionales de DHA al día la dieta materna para cubrir esta mayor demanda [1]. Esta recomendación se suma a la alegación de salud para la población general sobre la necesidad de consumir diariamente un mínimo de 250 mg de DHA + EPA para el buen funcionamiento cerebral [1].

Sin embargo, en muchas ocasiones estas cantidades diarias de DHA son insuficientes. Esto es especialmente frecuente en casos de embarazos múltiples, sucesivos embarazos, donde el déficit de DHA materno puede acumularse, y en general en madres cuyo índice de omega-3 es inferior al 8%.

Un estudio clínico aleatorizado doble ciego con placebo con un total de 36 mujeres embarazas a las que se midió el índice omega-3 en la semana 20 de gestación mostró un valor promedio de 5,5%. Estas mujeres fueron asignadas aleatoriamente a un régimen de suplementación con cantidades variables de los omega-3 DHA y EPA respectivamente: 225+90 (n=9), 450+180 (n=9), 675+270 (n=11) y 900+360 (n=7) mg/día, volviéndose a medir el índice omega-3 en la semana 36 de embarazo. Los resultados mostraron un incremento lineal del índice omega-3 con el consumo de DHA y EPA, y revelaron que en promedio era necesario consumir al menos 750 mg de DHA + EPA durante el embarazo para alcanzar un índice omega-3 del 8%, y al menos 1g durante la lactancia para mantener este valor [2].

La suplementación con DHA disminuye el riesgo de parto prematuro.

Uno de los mayores riesgos que plantea el déficit materno de DHA es el parto prematuro. El estudio clínico aleatorizado doble ciego ADORE (NCT02626299) concluyó que la suplementación con dosis diarias de 1000 mg DHA disminuye de forma notable el riesgo de parto prematuro en mujeres embarazadas. En este estudio se demostró que efecto es muy superior al generado con la suplementación de 200 mg/día DHA (recomendado por EFSA), especialmente en mujeres cuyo % DHA en membrana de eritrocitos <6% [3].

La suplementación con DHA disminuye el riesgo de preclampsia.

La preeclampsia es otro problema fuertemente asociado a las carencias de DHA maternas. La preeclampsia constituye un riesgo importante para la madre y la viabilidad del feto, pudiendo comprometer su desarrollo físico y mental y/o dando lugar a bebés con bajo peso. Tiene mayor incidencia en primeros embarazos, y algunos síntomas característicos son una elevación de la presión arterial, presencia de proteínas renales en plasma y/o diabetes gestacional que se manifiestan hacia la semana 20 de gestación. Dos revisiones sistemáticas y metaanálisis han concluido que un mayor nivel de ácidos grasos Omega-3 plasmáticos en mujeres embarazadas, y especialmente en DHA, son eficaces para disminuir el riesgo de preeclampsia y complicaciones perinatales, como son bebés prematuros y/o con bajo peso [4,5].

La necesidad de suplementación con DHA continua durante la lactancia.

Además, durante la lactancia es fundamental continuar proporcionando DHA el neonato para el crecimiento y desarrollo del sistema nervioso, visión etc.

Este aporte es especialmente decisivo en niños prematuros, que tienen niveles muy bajos de DHA en plasma en comparación con otros ácidos grasos, asociado con mayor riesgo de displasia broncopulmonar y otras enfermedades. Con este propósito se llevó a cabo el ensayo clínico aleatorizado doble ciego con placebo en madres con niños prematuros (MOBYDIck: NCT02371460) donde el grupo de intervención recibió 1,2 g de DHA de microalgas/día (N=193) vs grupo placebo (N=193). Transcurridos 14 días tras el parto se analizó la composición de la leche materna mediante cromatografía de gases. Los resultados mostraron un incremento significativo del porcentaje de DHA en leche materna en el grupo de intervención en comparación con el grupo placebo, sin que se viesen afectados los niveles de ácido araquidónico [6].

 

Los Omega-3 DHA y EPA son fundamentales para optimizar la probabilidad de concepción mediante Técnicas de Reproducción Asistida.

Los omega-3 EPA, y sobre todo DHA, se han demostrado como nutrientes esenciales para mejorar la calidad de los óvulos y maximizar las probabilidades de éxito en fertilización in vitro y mediante técnicas de reproducción asistida.

El DHA mejora la viabilidad y calidad de los óvulos, aumentando su fecundabilidad, confiere protección frente al impacto de la crioprotección y disminuye el riesgo de anovulación.

Estos resultados quedan recogidos en una revisión sistemática con 5 estudios clínicos sobre el efecto del consumo de Omega-3 y el éxito de concepción con técnicas de reproducción asistida. En ella se concluye que existe una correlación positiva entre el consumo de Omega-3 y la calidad de los óvulos, mejorando las probabilidades de éxito en Fertilización In Vitro e Inyección de Esperma intracitoplasmática. Además, también se observó una correlación positiva entre un consumo mayor de omega-3 y la viabilidad del embrión mediante análisis de la morfología y morfocinéticos [7].

Resultados en la misma dirección se obtuvieron en un estudio clínico de cohortes prospectivo con 100 mujeres embarazadas seleccionadas aleatoriamente y sometidas a 136 ciclos de reproducción asistida en el plazo de un año desde la extracción de sangre. En estas mujeres el valor mediano de ácidos grasos Omega-3 en el suero sanguíneo fue de 4,7%. Se observó que valores más altos se correlacionan con una mayor probabilidad de éxito en el embarazo y nacimiento. Concretamente, por cada 1% que aumenta el contenido en ácidos grasos Omega-3 aumentaba en promedio un 8% la probabilidad de éxito en el embarazo y nacimiento del bebé [8].

A la luz de estos resultados puede concluirse que la suplementación con Omega-3 constituye una estrategia eficaz para mejorar el éxito de concepción en mujeres infértiles sometidas a técnicas de reproducción asistida.

DHA y EPA esenciales para el neurodesarrollo fetal y prevención de enfermedades respiratorias

Por último cabe destacar que la suplementación con omega-3 durante el embarazo favorece el correcto desarrollo embrionario, optimizando el neurodesarrollo infantil [9] y minimizando además el riesgo de que el futuro niño padezca afecciones respiratorias y asma [10].

 

Referencias Bibliográficas:

  1. European Food Safety Authority. (2011): EFSA Journal; 9(4):2078 https://efsa.onlinelibrary.wiley.com/doi/pdf/10.2903/j.efsa.2011.2078
  1. Stoutjesdijk, E. et al. 2017: Prostaglandins Leukot Essent Fatty Acids; 128: 53-61 https://www.plefa.com/article/S0952-3278(17)30086-8/fulltext
  1. Carlson, S. E. et al. (2021): E Clinical Medicine; 36: 100905. https://www.thelancet.com/journals/eclinm/article/PIIS2589-5370(21)00185-1/fulltext
  1. Middleton, P. et al. (2018): Cochrane Database Syst Rev.; 15;11(11):CD003402. https://www.cochranelibrary.com/cdsr/doi/10.1002/14651858.CD003402.pub3/full
  1. Bakouei, F. et al. (2020): Taiwan J Obstet Gynecol.; 59(1):8-15. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1028455919302694?via%3Dihub
  1. Fougère, H. et al (2021). Sci Rep;11(1):21492. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8564506/
  1. Abodi, M. et al. (2022): European Journal of Obstetrics & Gynecology and Reproductive Biology; 277, 97-105. https://www.ejog.org/article/S0301-2115(22)00402-X/fulltext
  1. Chiu YH., et al. (2018): Hum Reprod.; 33(1):156-165. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5850735/
  1. Basak, S. Mallick, R. Duttaroy, AK. (2020): Nutrients; 12(12):3615. https://www.mdpi.com/2072-6643/12/12/3615
  1. Bisgaard, H. et al. (2016): N Engl J Med.; 375 (26):2530-9. https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/nejmoa1503734

¿Existe deficiencia de EPA y DHA en dietas veganas y vegetarianas?

 

Muchos creen que las fuentes vegetales de omega-3 son nutricional y terapéuticamente equivalentes al omega-3 EPA (ácido eicosapentaenoico) y DHA (ácido docosahexaenoico) del aceite de pescado. Sin embargo, la bioconversión del ALA (ácido alfa-linolénico) en EPA es ineficaz y la producción de DHA es casi nula, lo que limita el valor protector de la suplementación con ALA procedente del aceite de lino u otras semillas. [1] El verdadero origen del EPA y DHA en los ecosistemas acuáticos son las algas y microalgas, que producen altos niveles de estos omega-3 y se acumulan en sus depredadores, los pescados azules grasos. Los ensayos clínicos con aceite de algas indican eficacias comparables a las del aceite de pescado para la protección frente a los factores de riesgo cardiovascular, mediante la reducción de los triglicéridos plasmáticos y el estrés oxidativo. [2]

 

Las dietas veganas se caracterizan por incluir una gran cantidad de productos vegetales, ricos en antioxidantes, vitaminas C y liposolubles (como A, D y E), además de minerales y oligonutrientes esenciales para el funcionamiento óptimo de nuestras células, para el metabolismo y en definitiva para promocionar nuestra salud. Sin embargo, son relativamente comunes los déficits en vitaminas del complejo B. También, del D, ya que la forma que se consume mayoritariamente en productos vegetales es la forma D2, de menor biodisponibilidad que la vitamina D3. ¿Ocurre lo mismo con los ácidos grasos omega-3 de cadena larga EPA (ácido eicosapentaenoico) y DHA (ácido docosahexaenoico)?

En nuestro blog tratamos más en detalle la Dieta Vegana e Índice Omega-3 de la mano del Dr. Alberto Ramperez, nuestro asesor científico.

 

El ALA es el ácido graso esencial precursor a partir del cual pueden sintetizarse los demás ácidos grasos Omega-3 mediante una ruta de síntesis que implica la actuación secuencial de enzimas desaturasas y elongasas. Estas enzimas son compartidas por las dos familias de ácidos grasos poliinsaturados omega-6 y omega-3, estableciéndose una situación de competencia entre ambos. Por esta razón, un exceso de cualquiera de los dos, frecuentemente los omega-6, dificulta el metabolismo de los omega-3.

Con esto, la conversión del ALA en EPA es muy baja, estimándose en torno al 5%, mientras que en el caso del DHA (último omega-3 de la ruta de síntesis) su conversión es todavía inferior, de aproximadamente el 1%. Además, la capacidad de conversión también disminuye con la edad, estrés, o procesos de inflamación e infección.

 

¿Qué ocurre con el índice de omega-3 en dietas veganas?

Un estudio observacional llevado a cabo en Alemania con 15 personas omnívoras y 12 personas veganas reveló que el índice de omega-3 en veganos era significativamente menor en la población vegana (2,26%) respecto a la población omnívora (4,45%).  Este estudio pone de manifiesto un menor aporte de estos omega-3 a través de fuentes terrestres (semillas, nueces, etc.) y/o una conversión más deficitaria del ALA en EPA y DHA. [3]

Aunque se haya descrito una mejor salud cardiovascular en veganos y vegetarianos, se han descrito puntuaciones más bajas de dieta saludable, lo que probablemente se deba a la falta de consumo de fuentes de omega-3 marinas en este grupo de población.

Hoy en día existen suplementos de Omega-3 aptos para estas dietas, que permiten conseguir la cantidad diaria recomendada, especialmente de DHA, pues su síntesis está más comprometida. Uno de los géneros de microalgas marinas más conocido en la producción de Omega-3 es Schizochytrium sp.

 

Referencias:

1. Doughman, S. D., et al. (2007). Current diabetes reviews3(3), 198-203.

2. Baker, E. J., et al. (2020). Biochimica et Biophysica Acta (BBA)-Molecular and Cell Biology of Lipids1865(6), 158662.

3. Harris, W. S. (2014). The American journal of clinical nutrition, 100(suppl_1), 449S-452S.